En el litoral del estado de Ceará, a unos 300 kilómetros de Fortaleza, se encuentra Jericoacoara, o simplemente “Jeri”, como la llaman cariñosamente los locales y viajeros frecuentes.
Lo que alguna vez fue una pequeña aldea de pescadores, se ha transformado en uno de los destinos más fascinantes del nordeste brasileño, famoso por sus dunas móviles, sus lagunas cristalinas y una atmósfera bohemia que conquista a quien llega.
A pesar del creciente turismo, el pueblo conserva un aire rústico y relajado: calles de arena, posadas encantadoras y un ritmo que invita a desconectar.
El encanto de sus playas y dunas
La playa principal de Jericoacoara se extiende amplia y serena, enmarcada por dunas gigantes que cambian de forma con el viento. La gran protagonista es la Duna do Pôr do Sol, desde donde cada tarde se celebra el espectáculo natural más esperado: el sol hundiéndose lentamente en el Atlántico, teñido de tonos naranjas, rosados y violetas. Es un ritual casi sagrado, compartido por viajeros de todo el mundo, en silencio o entre aplausos.
Un poco más allá, la Pedra Furada se alza como postal icónica de la región: un arco natural de piedra horadada por la erosión, frente al mar. En ciertos meses, el sol se alinea perfectamente con el orificio, creando un espectáculo fotográfico único.
El paseo hasta allí, atravesando playas y formaciones rocosas, es parte de la aventura.
Las mágicas lagoas de Jericoacoara
Uno de los mayores atractivos de Jeri no está en el mar, sino tierra adentro. Entre las dunas del Parque Nacional se forman lagunas de aguas transparentes y cálidas, ideales para descansar en hamacas flotantes.
La Lagoa do Paraíso deslumbra por sus tonos azulados y verdes que parecen irreales, acompañada de bares rústicos donde se puede disfrutar de pescados frescos y caipirinhas.
Otra opción encantadora es la Lagoa Azul, con aguas de un azul intenso y ambiente más tranquilo, perfecta para nadar y dejarse llevar por el silencio. Dependiendo de la temporada de lluvias, las lagunas alcanzan su esplendor entre junio y septiembre, cuando el nivel del agua es más alto y los colores más vibrantes.
Aventuras entre el viento y la arena
El entorno natural de Jericoacoara invita a mucho más que contemplación. El viento constante convierte la región en un paraíso para los amantes del kitesurf y el windsurf, con condiciones ideales para aprender o perfeccionarse.
Los paseos en buggy o cuatriciclo por las dunas son otra experiencia clásica: subidas, descensos vertiginosos y paisajes panorámicos que parecen sacados de otro planeta.
Para quienes buscan un ritmo más tranquilo, las cabalgatas por la playa al atardecer ofrecen una manera romántica y serena de conectar con la naturaleza. Además, dentro del parque se pueden explorar senderos y miradores que revelan diferentes ángulos del paisaje.
El pueblo y su ambiente bohemio
Más allá de las bellezas naturales, parte del atractivo de Jericoacoara está en su ambiente relajado y cosmopolita. Las calles son de arena, lo que refuerza la sensación de estar en un lugar apartado del mundo moderno.
Por la noche, los bares y restaurantes cobran vida: música en vivo, forró, reggae y una gastronomía variada que va desde la tradicional cocina nordestina hasta propuestas internacionales.
Los artesanos locales ofrecen productos únicos elaborados con materiales de la región, desde hamacas hasta accesorios con conchas y piedras. La sensación es la de un lugar donde el tiempo se detiene y cada visitante encuentra su propio ritmo.
Cómo llegar a Jericoacoara
Llegar a Jericoacoara ya es parte de la experiencia. El destino cuenta con el Aeropuerto Regional de Jericoacoara (JJD), ubicado en Cruz, a unos 30 km de distancia, con vuelos regulares desde Fortaleza y otras capitales brasileñas. Desde allí, es posible contratar traslados en vehículos 4x4 hasta el pueblo.
Otra opción es viajar primero a Fortaleza, capital de Ceará, y desde allí tomar un traslado terrestre. El recorrido dura unas 5 a 6 horas y combina caminos asfaltados con tramos sobre arena. Parte del encanto es justamente ese: Jeri sigue siendo un lugar sin carreteras convencionales que lleguen hasta la playa, lo que contribuye a preservar su magia aislada.
Un destino para todos los sentidos
Praia de Jericoacoara es uno de esos lugares que dejan huella. La mezcla de dunas monumentales, aguas cálidas, lagunas soñadas y un ambiente relajado lo convierten en un destino que equilibra aventura y descanso. Sea para practicar deportes acuáticos, perderse en las caminatas al atardecer, disfrutar de un cóctel en la arena o simplemente contemplar el cielo estrellado sin contaminación lumínica, cada experiencia en Jeri tiene un matiz especial.
Más que una playa, Jericoacoara es un estado de ánimo: ese en el que el tiempo fluye despacio y todo invita a vivir el presente.
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