En el extremo sur del estado de São Paulo, casi en la frontera con Paraná, se encuentra la Ilha do Cardoso, un paraíso poco explorado donde la Mata Atlántica se conserva en estado puro.
Es un lugar donde la selva se encuentra con el mar, los ríos desembocan en playas desiertas y las tradiciones de las comunidades caiçaras siguen vivas.
La isla forma parte del Parque Estadual Ilha do Cardoso, un área de protección ambiental que garantiza que su riqueza biológica se mantenga prácticamente intacta.
Su paisaje está marcado por playas extensas de arena fina, manglares rebosantes de vida, cascadas escondidas en medio del verde y senderos que atraviesan montañas cubiertas de bosque.
Para quienes buscan un contacto auténtico con la naturaleza, lejos de la urbanización y el turismo masivo, es un destino que ofrece una experiencia única y transformadora.
Atractivos naturales que sorprenden
Uno de los puntos más visitados de la isla es la Praia do Marujá, reconocida por su belleza virgen y por albergar la comunidad caiçara más tradicional. Allí el mar se abre en un extenso arenal que parece no tener fin, ideal para largas caminatas, baños de mar y la simple contemplación del paisaje.
Los senderos internos permiten descubrir otros rincones mágicos, como la Cachoeira Grande, un conjunto de caídas de agua cristalina que refrescan a los caminantes tras las travesías por la selva.
También se pueden recorrer manglares en pequeñas embarcaciones, un ecosistema vital para aves y peces que brinda una de las experiencias más auténticas de la isla.
Para los amantes de la observación de fauna, Ilha do Cardoso es un lugar privilegiado: se pueden avistar delfines en el canal que separa la isla del continente, tortugas marinas en temporada y una gran variedad de aves que habitan entre los bosques y los estuarios.
La vida en las comunidades caiçaras
Más allá de la naturaleza, Ilha do Cardoso es también un espacio de cultura viva. Las comunidades caiçaras mantienen tradiciones ancestrales vinculadas a la pesca artesanal, la gastronomía local y las celebraciones comunitarias. Alojarse en sus posadas familiares o degustar platos preparados con pescado fresco y mariscos capturados por los propios moradores es una forma de integrarse al ritmo simple y hospitalario de la isla.
La vida en Marujá y otras pequeñas comunidades se desarrolla sin autos ni ruidos urbanos, lo que refuerza la sensación de estar en un lugar fuera del tiempo. La energía eléctrica llega de forma limitada, y en muchos casos los hospedajes funcionan con sistemas sostenibles, invitando al visitante a desconectarse de la rutina y sumergirse en una experiencia más auténtica y respetuosa con el entorno.
Aventuras y caminatas en la selva
La isla es un paraíso para los senderistas y aventureros. Existen caminos que conducen a playas escondidas como Itacuruçá y Cambriú, donde la soledad y la belleza natural son absolutas. Los recorridos atraviesan sectores de selva densa, cruzan arroyos y permiten disfrutar de miradores con vistas impactantes del océano y de la costa continental.
Además, la cercanía con el Parque Nacional de Superagüi, ya en territorio de Paraná, abre la posibilidad de combinar travesías que incluyen más islas, comunidades tradicionales y paisajes igualmente preservados. Todo el entorno forma parte del llamado Mosaico de Áreas Protegidas del Lagamar, considerado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera.
Cómo llegar a Ilha do Cardoso
El acceso a la isla se realiza siempre por vía marítima. El punto más utilizado es la ciudad de Cananéia, a unos 270 km de São Paulo capital, conectada por carretera y con opciones de transporte público. Desde allí parten embarcaciones que, en un trayecto de aproximadamente una hora, llegan al poblado de Marujá o a otras comunidades de la isla.
Otra alternativa es llegar por Pariquera-Açu o Jacupiranga, desde donde se accede a pequeños puertos que ofrecen traslados. Los barcos suelen ser lanchas rápidas o canoas motorizadas, y la travesía es en sí misma un atractivo, ya que atraviesa canales rodeados de manglares y ofrece la posibilidad de ver delfines y aves en su hábitat natural.
Es importante tener en cuenta que, por ser un parque estatal, el acceso está regulado y existen normas específicas de preservación. Conviene organizar el viaje con anticipación, contactar a las posadas locales y llevar efectivo, ya que la infraestructura turística es limitada y no hay cajeros automáticos en la isla.
Un destino para quien busca desconexión y naturaleza
Ilha do Cardoso no es un destino convencional. Su propuesta no apunta a grandes resorts ni a una vida nocturna agitada, sino a la contemplación, la tranquilidad y el respeto por la naturaleza. Es el lugar perfecto para quienes desean desconectarse del ritmo urbano, reencontrarse con lo esencial y experimentar un modo de vida que conserva la relación armónica entre el ser humano y su entorno.
La isla sigue siendo un refugio, un espacio donde la biodiversidad y la cultura caiçara se mantienen vivas, y donde cada visitante tiene la oportunidad de vivir un Brasil diferente, más auténtico y natural.